Llevo ya unos días conviviendo con una resaca que nunca termina. Hace ahora cosa de diez días, volviendo de Ikea de comprar unos super archivadores en blanco nuclear, empecé a sentirme indispuesto.
La sensación era parecida a cuando me da el amarillote en la playa, cuando la temperatura sobrepasa los 50ºC a la sombra y el asfalto de las calles retorna a su burbujeante estado primigenio. Esos días me baja la tensión una cosa mala y me da vueltas todo. Pero a diferencia de esos días, ahora hace fresquete y no se me pasa la tontuna reposando y comiendo carne cruda.
Al llegar a casa me acosté rápidamente, pensando que quizá se debiera al malestar que causan las lentillas cuando comienzan a cristalizar en el ojo, una vez superadas las ocho horas recomendadas por los oftalmólogos. No sería la primera vez.
Pero por la mañana, lejos de levantarme con aires renovados y fresco como una lechuga, me levanté con un flipe que te cagas. La habitación me daba vueltas, todo daba vueltas. Si no fuera porque sabía de buena tinta que la noche la había pasado en cama, habría jurado que esa misma noche había retado a un mano a mano a Massiel y a varios representantes de José Cuervo. Pero lo más curioso, además de que no fuera esa la causa, es que la cabeza no me dolía ni me sentía desorientado, solamente llevaba un flipe de esos que hacen que la Tierra gire veinte veces más rápido de lo que suele hacerlo habitualmente. Creo que la definición médica es "vértigo".
Tal era el caso, que al levantarme a mear, corría serio peligro de potarme el rabo. En fin, que el día transcurrió conmigo tirado en la cama, hasta que me llevaron al hospital.
Hechas las pruebas, y una vez recuperado de las extracciones de sangre y las pruebas pertinentes, el médico me diagnosticó un "ya se te pasará, tómate esto que sabe a orín de mono cada ocho horas".
Pero la cosa persiste. En cuatro días me quedo sin pastillas y termino el tratamiento, y cada mañana me levanto igual que la anterior. He aprendido a convivir con un mundo que gira mucho más rápido de lo habitual, pero me levanto dando tumbos igualmente. Además, resulta difícil y frustrante luchar contra tu sentido del equilibrio durante todo un día, y por las noches la migraña asoma. Me estoy cansando de acostarme a las diez de la noche, como si tuviera nueve años.
Por si fuera poco, con esto del internet, me entra la paranoia y me pongo a leer cosas que podrían estar ocurriéndome. Estoy a un paso de autodiagnosticarme un tumor cerebral.
¿Qué futuro me espera? ¿Será como aquella vez que tuve hipo durante 48 horas y pensaba que me quedaría así para siempre? ¿Pasaré el resto de mi vida estrellándome contra todo aquello que se aproxime a mí en un radio de dos metros? ¿Qué clase de ponzoña me sirvieron en aquella boda?
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Hace 4 años
8 comentarios:
:O
Me dejas preocupado, espero q sea menopausia o algo pasajero
CABRONAZO!
Que cosa mas curiosa... Creo que sufres una enfermedad llamada "conozco europa y España me da grima"
PD: ¿Para que quiere un hombre de pro dos blogs?
jajajaja hipo durante 48 horas? jajajajaja cágate! jajaja tú "enfermedad" me la suda después de esta declaración de la que me estaré descojonando el resto de mi vida!
* tu enfermedad
Por lo de cabronazo, deduzco que Ángel ha descubierto que existe un enlace que lo describe a la perfección. No debería sentirse ofendido, ya que el que suscribe bien querría que sus amigos lo calificaran con este apelativo.
A Fris, decirle que todos los caminos llevan a Roma, y que todas las direcciones te redireccionan a la misma web. Y nada, que lo que tengo es real y desconocido, al menos para mí.
De paso, por si mi prima se quiere reir más, ya le pongo al día. El hipo duró 48 horas, ininterrumpidas, y volviendo de Sierra Nevada me traje quemaduras de segundo grado. Ahí es nada.
Sigo detrás de pillar la enfermedad más ridícula, pero he puesto el listón muy alto.
Yo tenía un buen amigo (que en paz descanse) que empezó así
A pesar de vuestros escasos ánimos, la cosa no ha ido a peor y me he recuperado. Juego igual de mal al fútbol y soy igual de torpe que siempre, así que el médico tuvo razón al recetarme esperanza y placebos.
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