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jueves, 17 de abril de 2008

Justicia para todos

Es para mí hoy motivo de algarabía poder anunciar que los engranajes que mueven la rueda judicial en este país, funcionan. Aunque sea con una lentitud pasmosa, eso sí.

Hace ahora dos años, abandonando una discoteca y después de haber pagado nuestras correspondientes consumiciones, una cajera del lugar conminó a mi pareja a reabonarle el importe íntegro de una noche de fiesta completa, una tarjeta de consumiciones por valor de 60 euros, por el hecho de haberla extraviado. Esta señorita no tuvo en cuenta que apenas dos minutos antes habíamos entrado con nuestro sello puesto para recoger nuestros abrigos, despedirnos de nuestros amigos y marcharnos a casa.

Comenzó entonces una discusión y solicité encarecidamente a mi saquito de alegría que buscara la tarjeta y a la empleada que se tranquilizara para solucionar el asunto. La discusión derivó en trifulca cuando la cajera empujó a mi pareja. Obviamente, la segunda devolvió el empujón, y yo intervine para intentar reconducir el asunto por cauces pacíficos, recriminar la actitud de ambas y pedir calma. La cajera me empujó a mí entonces, y, de repente, un señor salido de la nada me agarró del brazo de muy malos modos junto a otro tipo pelado, que por su gesto deduzco encocado hasta la médula, y me lanzaron contra la pared en un espacio apartado.

Los tipos comenzaron a amenazarme y a decirme que me iban a dar una paliza. Yo estaba aún flipando con los modos de estos dos tipejos y sus escasas razones. Intenté razonar con ellos, pero fue en vano. Les rogué que se calmaran y que volviéramos dentro para buscar la tarjeta, que lo que estaban haciendo ni siquiera era legal, y en ese momento me echaron del local a empujones, sin más.

En la puerta me quedé, exigiendo a un animal con muy poco cerebro que me dejara pasar, que se estaban equivocando y que esto se solucionaba rápidamente, que la tarjeta que solicitaban tenía que aparecer. El animal, por supuesto, me amenazaba con darme una paliza. Por lo visto, esta gente de mal vivir gusta de solucionar las cosas así, intimidando y agrediendo a los clientes.

Yo no podía abandonar la escena, pues mi pareja aún permanecía dentro y yo estaba muy preocupado por ella. Intenté llamar a la policía y, en ese momento, salió mi pareja llorando y muy asustada. Uno de estos animales de la Discoteca Exágono de la zona comercial Atalayas, en Murcia, para más información en la calle Molino de Nelva, número 56, la había agarrado del cuello y la había amenazado.

Una vez que la tarjeta apareció, en el bolso de una amiga, y vieron que no se había consumido nada, se dieron cuenta de su error y la dejaron salir. Nos quedamos en la puerta, pidiendo un mínimo de decencia por su parte y que se disculparan. Pero nada de eso ocurrió. Recibí una nueva invitación por parte del portero para "desistir de mi actitud y solucionar las cosas entre los dos en la parte de atrás". El pobre, no llegaba a más.

Mientras tanto, el culpable, el señor que me agredió, un hombre de mediana edad que resultó ser el dueño, observaba la escena desde la puerta.

- Discúlpate por lo que habéis hecho. Sabes que la habéis cagado - le decía alterado.
- ... - silencio era su respuesta.
- Te vas a acordar de mí, grandísimo cabrón. Te juro que te vas a acordar de mí. Esto no va a quedar así - le grité.

El pavo se fue después de hablar con unos cuantos empleados. Él no lo sabía, pero algunos de sus porteros, evidentemente no los de ese momento, sus dj's y varios de sus camareros y camareras, eran conocidos míos. Incluso mi hermana había trabajado en el guardarropa. Algunos se acercaron a hablar conmigo, y recomendaron al tipejo que desapareciera de la escena. Así hizo.

Después de informarme sobre él y su identidad, consulté con un agente de policía y éste me recomendó denunciar en comisaría.

Por suerte para mí, el tipo me había causado lesiones en un dedo al lanzarme contra la pared y había unos cuantos testigos de la agresión, a pesar de que algunos de ellos me defraudaron mucho por no querer 'meterse en líos' a pesar de ser, supuestamente, amigos míos.

En fin, me presenté con mi parte de lesiones un par de días después para denunciar, tras intentar conseguir sin éxito que mi pareja hiciera lo propio.

Un año después, salió el juicio. Uno se da cuenta de que se ha hecho mayor cuando dice cosas como, 'tengo que ir a ver a mi abogado'. El acusado no se presentó, estaba en Punta Cana tomando el sol, el juez se pilló un rebote del carajo y perdió el juicio.

Le condenaron a pagarme 180 euros, una cantidad simbólica, pero me consuela saber que le amargué un poco la existencia y el delito figurará en su expediente. Para que la gente sepa qué clase de persona es.

Esta semana, por fin, después de dos años desde los sucesos y tras la huelga de los funcionarios de Justicia, el dinero obra en mi poder.

Lo más gracioso del asunto, es que aquella noche estábamos siendo invitados a todo por parte de sus camareros, que no nos dejaban pagar nada. Incluso, en más de una ocasión, por vergüenza torera, pedí a mis conocidos que marcaran algo en la tarjeta, que ya eran muchas las noches que me iba de allí sin pagar absolutamente nada y me sentía un poco culpable por el expolio consentido por sus empleados.

En fin, lo importante es que al final se ha hecho justicia. Lentamente, pero se ha hecho. Mantendré la identidad del condenado en el anonimato, a pesar de que figura todo en la denuncia, el correspondiente expediente del juicio y su sentencia. No obstante, va a tu salud, Pedrito.

PS: No, no es una falta de ortografía, es que los muy ignorantes llamaron a la empresa Hexágono, pero sin H de 'hijos de puta'.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ya era hora, espero que esos euricos te hagan disfrutar en el próximo interrail