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domingo, 7 de junio de 2009

Grattis på födelsedagen!



En román paladino, feliz cumpleaños a mí mismo.

Ésta será la vigésimo séptima primavera que vea florecer. Hay que ver, cómo pasa el tiempo.

Cuando uno no es más que un tierno infante, tiene la impresión de que el tiempo pasa lentamente. Bueno, eso y que los adultos son enormes. Tan despacio transcurren los días, que a veces uno tiene ganas de darle al 'forward' para llegar a ser ese hombre que algún día cree que será. Ahora, por el contrario, lo que sucede es que el tiempo avanza tan deprisa que lo que uno desearía es que pudiera pararse de vez en cuando, para darnos un respiro.

Supongo que será la perspectiva que dan los años. Cuando se tienen pocos, se hacen muy largos, pero cuando se van acumulando velas hasta transformar una tarta en una hoguera, la sensación es la de que el tiempo avanza demasiado deprisa.

Los recuerdos de aquel imberbe son tan cristalinos que parece que las cosas hubieran sucedido ayer mismo. Parece que fuera ayer cuando Mélodie, la vecina de Lyon, me cantó aquella canción en francés sobre una princesa cansada de esperar. Parece que fuera ayer cuando fui a coger cangrejos a las rocas de la playa de La Torre de la Horadada. Incluso, si me esfuerzo, casi puedo oler el café recién hecho de mi abuelo en Villa Samper. Pero no es así.

¿En qué momento dejé atrás al niño que fui? La verdad, no sabría decirlo. Realmente no sé si alguna vez se fue. A veces creo verlo reflejado en el espejo, pero pronto desaparece, quizá asustado por no reconocerse en lo que hoy se ha convertido.

En realidad, esta fecha, como me ocurre con otras señaladas en rojo en el calendario, no es para mí motivo de dicha. Es más bien momento de reflexión. De hacer balance. ¿A qué distancia me encuentro hoy de lo que quiero realmente? ¿Estoy un poco más cerca? ¿Quizá un poco más lejos? ¿Qué debo cambiar para sentirme realizado?

Este es mi sino. Creer que vivir es autorrealizarse. Lo malo de no tener fe en un ente superior al que confiar mi buena estrella es que debo tomar consciencia de que lo que me sucede es exclusivamente responsabilidad mía. Ya sea bueno, ya sea malo. Yo, y solo yo, soy el único capaz de construirme a mí mismo y a mi propio futuro. Y a veces tengo la terrible sensación de que soy un pésimo arquitecto.

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