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miércoles, 7 de enero de 2009

¡Cervecéame!

Yo no soy un alcohólico. Soy un bebedor social.

La sutil diferencia entre ambos conceptos radica en que, mientras el primero bebe solo, el segundo lo hace en compañía de otros.

Lo hago para facilitar mi socialización, para mejorar mi relación con los demás, para estrechar lazos con mis más allegados y ampliar mi círculo de amistades. Lo hago, en definitiva, para deshinibirme. Si bien es cierto que existen otros métodos para afianzar una amistad, ésta es, sin duda, la más rápida y eficaz. Nada mejor que una buena tajá en compañía del que hasta unas horas antes era tan sólo un conocido, o quizá hasta un absoluto desconocido, para poder integrarlo en la categoría de 'amigos'.

Pero ojo, ya que si bien una moderada cantidad de alcohol facilita todo el proceso, tal que un bote de vaselina en una experiencia anal, un exceso en la cantidad de alcohol ingerido conlleva, inexorablemente, la destrucción de todas tus amistades pasadas, presentes y futuras. El secreto, siempre, está en la moderación.

PS: Celia, la cerveza nunca será un brebaje nauseabundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

So do I

Anónimo dijo...

que sí que sí jajajaj