Llevo ya mucho tiempo leyendo acerca del canon por copia privada que nos acaban de colar. Algunos lo conocéis por el nombre de "el puto canon" o "el canon de los cojones". Personalmente, no puedo dejar pasar la ocasión de opinar sobre este espinoso asunto. A estas alturas, supongo que me estaré jugando una demanda, así que de perdidos al río. No todos vamos a mordernos la lengua, y menos cuando se supone que el derecho a la libertad de expresión está de nuestro lado. Ya veremos.
Ya es firme la "sentencia". El Gobierno, para regocijo de la SGAE, ha dado el visto bueno al canon y lo han derivado a toda aquella herramienta que sea capaz de grabar, guardar o reproducir música o vídeo. Es decir, que gracias a la Innombrable pagaremos justos por pecadores.
El canon nace con un espíritu conciliador, al menos en cuanto a los perjudicados se refiere, pues por una vez los usuarios se han puesto de acuerdo en algo y la marea se dirige unida en la misma dirección. El rechazo absoluto y sin paliativos a lo que la opinión pública entiende como un abuso.
A estas alturas de la historia, de poco sirve aclarar los conceptos en los que se basa el canon, pero si en este país ha habido alguien que ha pasado el último año en algún remoto lugar que no ha conocido aún obra civilizadora, vamos a hacerle un resumen.
1. La Innombrable ya no gana tanta pasta como antes.
2. La Innombrable deduce que todo se debe a que "sois todos unos mangantes y unos hijos de puta" ... "le dijo la sartén al cazo". La baja calidad de sus creaciones no tiene nada que ver.
3. A la Innombrable le da la rabieta y va llorando a contárselo a su primo de Zumosol. Como aquí su primo no puede pegarnos a todos, uno por uno, idea una manera de pegarnos el palo conjuntamente: el canon.
4. La Innombrable tiene amigos influyentes. El canon se hace mayor y comienza a fustigarnos.
En resumidas cuentas, esto es todo lo acontecido. Aquí el rechazo popular de nada ha servido, salvo para darnos cuenta una vez más de que los que mandan, realmente no nos representan.
Ahora viene lo bueno. Resulta que "el puto canon" o "el canon de los cojones" no es un impuesto recaudado por el Gobierno, sino que realmente es un impuesto recaudado por una empresa privada, la Innombrable, que reparte sus beneficios como le sale de sus Innombrables atributos.
Y en esta tesitura nos vemos, con una empresa privada que está gravando y cobrando un impuesto, bajo la máxima de que todos les estamos robando a ellos, descargando y copiando sus creaciones. ¿Realmente lo hacemos todos?
En primer lugar, se está vulnerando la presunción de inocencia, una garantía que nos proporciona la Constitución Española de 1978. En mi caso, se me está cobrando por algo que se supone que estoy haciendo. Pero, ¿realmente lo hago? En mi colección de discos, no hay copias, sólo originales. Podéis llamarme raro, pero tengo por costumbre comprar los discos de los grupos que me gustan, siempre originales, porque considero que la calidad del producto es mayor. En los últimos dos años, no he descargado absolutamente ningún disco o película, salvo aquella vez que ilustré una presentación de PowerPoint con una canción de Gianna Nannini, o la vez que descargué una película de Bergman del año 1957, "The seventh seal", ante la imposibilidad de encontrarla en un videoclub. Punto y partido.
Por lo tanto, yo no soy un ladrón y no se me debe tratar como tal. Es más, como yo habrá muchos otros.
Pero es que, por si acaso, se me está cobrando. El uso de la memoria de mi ordenador no se destina a almacenar discografías absurdas ni melodías estúpidas, sino que se ocupa de guardar las miles de fotografías que he captado con mi Konika y mis tarjetas de memoria de 128 MB y 2 GB. En ella se amontonan viajes, fiestas y momentos muy personales, en los que la SGAE no ha tenido nada que ver. También rebosa mi disco duro de trabajos de carrera y miles de apuntes, pero aquí la SGAE tampoco tiene nada que reclamarme, ya que es la propia Facultad la que me ha facilitado este material. Hasta hace un año, ni siquiera tenía mp3, y ahí lo tengo ahora, cubierto de polvo y sin abrir. La tecnología por la que me van a cobrar, por si acaso, la destino a mi uso y disfrute personal.
Yendo un poco más allá, si se me supone un ladrón y pago por ello, quizá debería cambiar mi forma de actuar. Ya que se me cobra "por si acaso", por si acaso debería empezar yo a descargar música y cine. La grabadora y el mp3 deberían empezar a echar humo. Lo sentiría en el alma por aquellos que resulten perjudicados, pero ellos empezaron esta guerra. No más conciertos, no más música original, no más películas de cine, no más noches de pizza y videoclub...
Por su bien, espero que no se equivoquen. La SGAE ha conseguido poner en su contra al 95% de los consumidores. Desde mi punto de vista, no creo que lleven las de ganar.
miércoles, 16 de enero de 2008
El canon por copia privada
lunes, 14 de enero de 2008
Vertigo Returns
Pues nada, otra vez flipando. Hace ahora cinco días que me levanté y el mundo volvía a dar vueltas completamente revolucionado. Desconozco los motivos, pero siempre cojo las enfermedades más raras. La gente normal se resfría y cosas así, pero yo soy inmune a esos virus corrientillos. Tengo un organismo muy sibarita, que sólo se junta con enfermedades de Manual de Medicina.
Nada más levantarme y comprobar que estar de pie y potar era algo que iba unido, llamé a papá y mamá para comunicarles mi deplorable estado. Rápidamente tuve un médico de urgencia en casa, haciéndome preguntas acerca de mi estado y mis antecedentes. Después de tomarme la tensión y diagnosticarme nuevamente un "ya se te pasará, vuelve a tomarte las pastillas que sabían a orín de mono", el tío se fue a seguir salvando vidas.
No es que me haga especial ilusión que venga un médico a verme a casa, porque tengo la impresión de estar gastando el dinero de los contribuyentes, pero es que no tenía el cuerpo para arrastrarme hasta Urgencias y quedarme tumbado en el suelo para no marearme. Además, llevaba puesto el pijama de gala, que a mí me parece muy apto tanto para recibir visitas médicas como para acudir a una recepción con el Rey.
Así que nada, antes de volver a autodiagnosticarme un tumor cerebral, decidí consultar bien a fondo las páginas de hipocondríacos como yo, tales como Medline. Buscando mi sintomatología exacta, encontré que encajaba bien con la descripción que se daba de la neuronitis vestibular.
Esta enfermedad tan chula, hace que tenga esta bonita sensación de inestabilidad acompañada de la sensación de giro de objetos o vértigos. Ya lo definí yo como la sensación de ir completamente borracho, pero sin tomar ni una sola copa, al menos en cuanto a lo de no tenerse en pie, porque ni me pongo cariñoso ni me entra la risa floja. Parece ser que remite por sí sola, pero te deja KO durante una o dos semanas, incapacitado para todo. También pone que rara vez es recurrente, así que he tenido suerte, porque a mí me ha tocado repetir el viaje.
Lo que más me preocupa de todo esto no es estar tirado en la cama, viendo pasar los días, que a veces con el ritmo de vida que llevamos se agradece hacer el gandul, sino que van pasando los días de enero y yo cada vez veo más cerca el examen de matemáticas. Y la verdad es que me está matando la idea de no poder ponerme a repasar después de la pasta que me estoy gastando en academias.
En fin, espero que esto termine pronto, porque cada día que pasa, más cerca veo el 22 de enero, que es cuando se abre la veda, y más me estreso. Y cuando me estreso me entra una mala hostia...
viernes, 11 de enero de 2008
La mascota virtual
Hace un tiempo, descubrí las mascotas virtuales navegando por webs estúpidas, como esta misma. Intenté que en Blogoempresa nos colocaran un patito, cuyo nombre era Genaro, pero por lo visto no cuajó bien. Se ve que restaba algo de credibilidad al conjunto, por lo que apenas duró dos telediarios.
Después, repasando capítulos de Enjuto Mojamuto en el tubo, apareció en el episodio número 6 un corte que se titulaba "La mascota". En él aparecía Enjuto sobeteando a un canario que se llamaba Piticli (¡Ay, Piticli, bonico, Piticli ay, Piticli...!), y que tenía "mucho sueño para un pájaro".
A mí me entró otra vez la perra por una mascota virtual, y como ahora no hace falta que mi blog tenga ninguna credibilidad, pues me he animado a ponerme un patito amarillento. De momento, y a falta de una idea mejor, le he puesto de nombre Alfred J. Kwak, como aquel fomoso dibujo animado de mi infancia que vivía con un topo llamado Henk.
Ayer me puse a ver capítulos de Alfred J. Kwak, en alemán para más inri, y me tragué el comienzo de la saga. Cómo se conocieron los padres del patito amarillo, la historia de su amor, su forzosa expropiación a causa del urbanismo desmedido y su desgraciada muerte, además de cómo Henk se hizo cargo de Alfred a partir de este trágico suceso. Todo en los dos primeros capítulos. Inenarrable el momento en que los Kwak fallecen, y con ellos los hermanitos de nuestro plumífero amigo. Terriblemente desgarrador.
En fin, que esta genial serie de producción japo- holandesa trataba temas dramáticos y muy maduros a pesar del público infantil al que se dirigían, como eran la política, el ecologismo, la transición, la corrupción, e incluso, el apartheid. Menudo elenco.
Por ello me he permitido bautizar momentaneamente al pato como Alfred J. Kwak, como un pequeño homenaje para un personaje de ficción que conseguía hacerme llegar corriendo del colegio a la hora de comer para no perderme ni uno solo de sus capítulos. Pero claro, espero que me llegue una buena propuesta para bautizarlo.
Y no, Alfred no vivía en una bota junto a un lago, ese debía de ser otro. Aunque sí que dormía en un zueco de madera de tamaño XXXL.
Por cierto, a los pájaros, si se los sobetea demasiado, se estresan y mueren.
martes, 8 de enero de 2008
Soy así de inútil
Y es que, una vez más, como el día en que intenté poner tablas en wordpress, resulta que me las veo putas para colgar gráficos propios directamente desde mi equipo. Un desastre, vamos.
Pero al igual que la estupidez humana no conoce límites, yo soy un hombre de recursos. Como en blogger sí que han pensado en borricos como yo, lo que voy a hacer es colgar el gráfico en mi página y enlazarlo.
A continuación, mi obra realizada con Paint.
Nótese la perfección del detalle del carrito de la compra. ¡Qué grande soy!
Y esto, ¿para qué sirve? Pues para ilustrar el efecto Pigmalión en un post que he preparado para mis amigotes de Blogoempresa. Hace poco hablé de dicho efecto en mi blog, pero lo llamé profecía de auto cumplimiento. En cualquier caso, como ya sabemos que vas a acudir a la Wikipedia, pues te pongo el enlace y listos.
Y nada más, esto es todo lo que venía a hacer hoy. Podéis leer el post al que corresponde el gráfico, si es que os apetece, en Blogoempresa.
lunes, 7 de enero de 2008
El Coro de Quejas de Helsinki
La verdad, lo he visto y no he podido resistirme. Es que hasta para quejarse tienen buen gusto estos escandinavos...
jueves, 3 de enero de 2008
Difícil rima la del 2008
Estrenamos el año como no podía ser de otra manera. Cada año lo hacemos peor, así que este año había que superarse.
A media tarde, mis expectativas no eran nada halagüeñas. La ley de las expectativas establece que todo lo que esperes con una determinada certeza se convertirá en tu propia profecía de auto cumplimiento, es decir, que si esperaba que la noche fuera una auténtica mierda, ésta lo sería y con creces. No hay que hacer nunca caso omiso a las sensaciones que te causa una promesa de fiesta rancia, porque lo que te gustaría y lo que realmente esperas, a veces son extremos de una misma recta. Y ya se sabe que la recta tiende a infinito y que carece de extremos.
En fin, a la hora de cenar ya me había tomado un gelocatil. Después del cordero, tenía más ganas acostarme y recibir el año entre sueños húmedos que de ponerme a beber y castigar el hígado. Si por mí hubiera sido, no habría llegado despierto ni a las uvas. Pero nada, hice de tripas corazón y nos comimos las uvas con La Sexta, no sin que tres segundos antes de las campanadas se me cayeran todas al suelo, para empezar bien el año.
Luego a casa de Mar. Fueron llegando invitados y empezamos a beber. Yo no tenía la noche muy católica, y me bebí solamente tres de las siete cervezas que había comprado. Cuando las compré pensaba que me iban a faltar. Vale que eran de medio litro cada una, pero después de lo que he vivido y bebido en Alemania, un litro y medio es lo que uno se toma durante la cena para ir calentando motores.
Así que, por ahí iban los tiros. Nos hicimos una cachimba con leche y tabaco de fresa, nos comimos las galletas del Príncipe y los Huesitos, nos calzamos unos botes de maíz frito Mister Corn, y nos dispusimos, a altas horas de la madrugada, a salir de colegueo.
A eso de las 5 de la mañana nos metimos en el primer antro gratuito que encontramos, que resultó ser el Canadian. Unas cuantas canciones de Bisbal después, pasado el efecto del alcohol, aquello era lo más parecido al infierno. El local rondaba una media de edad de 35 años y las únicas mujeres dignas de merecer que había las habíamos traído nosotros. Con semejante percal, la tropa Goofy decidió partir hacia Contracorriente, en busca de nuevos horizontes de placer. Yo me quedaba en el infierno canadiense con una novia totalmente alcoholizada, un amigo más ciego que las ratas filosofando acerca de la vulgaridad del mundo y un tío gordo que no paraba de hablarme de drogas y que decía que tenía que "atar en corto" a mi chica, todos poniendo a prueba mi paciencia.
A las 7 en punto, decidí que ya había sufrido bastante. Comuniqué mi decisión al terceto de cuerda y me preparé para mi primera discusión con una novia borracha, acerca de si realmente había tenido suficiente y mi paciencia había llegado al límite. Concluímos que me iría a dar una vuelta por las frías calles del centro, a ver si la gélida mañana me cortaba la cara, y en media hora volvería para poner rumbo a casa.
Pasados los pertinentes treinta minutos, volví al infierno canadiense. Para mi sorpresa, la cuadrilla de Goofy había regresado de su excursión, aunque con menos miembros, y me esperaban preocupados. Esto consiguió demorar mi partida, pero en cuanto dieron las luces, a eso de las 8 de la mañana, lo vi claro. Era el momento de escapar.
Un largo tira y afloja después, no siendo atendidas mis peticiones, me vi arrastrado nuevamente hacia el interior de otro local, esta vez Syldavia. Al principio me resistí a entrar, pero a esas horas hace mucho frío para esperar en la calle. Dentro me esperaba una nueva charla sobre la vulgaridad del mundo a cargo de Maese Antonio, que estaba descubriéndome una santa paciencia que yo no creía poseer.
Al fin, dieron las luces y pudimos huir. Me agarré a los que debían acompañarme a casa y tiré de ellos nada más salir por la puerta. Dejamos atrás, al fin, la Nochevieja más chabacana del siglo.
Por el camino tuve tiempo de pensar en la mortificación de la carne, y me pregunté si me canonizarían aquella misma mañana.
Ya decía yo que la rima del 2008 era difícil. Pensaba que sería el año del "por el otro lado del cinco", pero no. Al final, me dieron por el mismo lado de siempre.