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miércoles, 16 de enero de 2008

El canon por copia privada

Llevo ya mucho tiempo leyendo acerca del canon por copia privada que nos acaban de colar. Algunos lo conocéis por el nombre de "el puto canon" o "el canon de los cojones". Personalmente, no puedo dejar pasar la ocasión de opinar sobre este espinoso asunto. A estas alturas, supongo que me estaré jugando una demanda, así que de perdidos al río. No todos vamos a mordernos la lengua, y menos cuando se supone que el derecho a la libertad de expresión está de nuestro lado. Ya veremos.

Ya es firme la "sentencia". El Gobierno, para regocijo de la SGAE, ha dado el visto bueno al canon y lo han derivado a toda aquella herramienta que sea capaz de grabar, guardar o reproducir música o vídeo. Es decir, que gracias a la Innombrable pagaremos justos por pecadores.

El canon nace con un espíritu conciliador, al menos en cuanto a los perjudicados se refiere, pues por una vez los usuarios se han puesto de acuerdo en algo y la marea se dirige unida en la misma dirección. El rechazo absoluto y sin paliativos a lo que la opinión pública entiende como un abuso.

A estas alturas de la historia, de poco sirve aclarar los conceptos en los que se basa el canon, pero si en este país ha habido alguien que ha pasado el último año en algún remoto lugar que no ha conocido aún obra civilizadora, vamos a hacerle un resumen.

1. La Innombrable ya no gana tanta pasta como antes.

2. La Innombrable deduce que todo se debe a que "sois todos unos mangantes y unos hijos de puta" ... "le dijo la sartén al cazo". La baja calidad de sus creaciones no tiene nada que ver.

3. A la Innombrable le da la rabieta y va llorando a contárselo a su primo de Zumosol. Como aquí su primo no puede pegarnos a todos, uno por uno, idea una manera de pegarnos el palo conjuntamente: el canon.

4. La Innombrable tiene amigos influyentes. El canon se hace mayor y comienza a fustigarnos.

En resumidas cuentas, esto es todo lo acontecido. Aquí el rechazo popular de nada ha servido, salvo para darnos cuenta una vez más de que los que mandan, realmente no nos representan.

Ahora viene lo bueno. Resulta que "el puto canon" o "el canon de los cojones" no es un impuesto recaudado por el Gobierno, sino que realmente es un impuesto recaudado por una empresa privada, la Innombrable, que reparte sus beneficios como le sale de sus Innombrables atributos.

Y en esta tesitura nos vemos, con una empresa privada que está gravando y cobrando un impuesto, bajo la máxima de que todos les estamos robando a ellos, descargando y copiando sus creaciones. ¿Realmente lo hacemos todos?

En primer lugar, se está vulnerando la presunción de inocencia, una garantía que nos proporciona la Constitución Española de 1978. En mi caso, se me está cobrando por algo que se supone que estoy haciendo. Pero, ¿realmente lo hago? En mi colección de discos, no hay copias, sólo originales. Podéis llamarme raro, pero tengo por costumbre comprar los discos de los grupos que me gustan, siempre originales, porque considero que la calidad del producto es mayor. En los últimos dos años, no he descargado absolutamente ningún disco o película, salvo aquella vez que ilustré una presentación de PowerPoint con una canción de Gianna Nannini, o la vez que descargué una película de Bergman del año 1957, "The seventh seal", ante la imposibilidad de encontrarla en un videoclub. Punto y partido.

Por lo tanto, yo no soy un ladrón y no se me debe tratar como tal. Es más, como yo habrá muchos otros.

Pero es que, por si acaso, se me está cobrando. El uso de la memoria de mi ordenador no se destina a almacenar discografías absurdas ni melodías estúpidas, sino que se ocupa de guardar las miles de fotografías que he captado con mi Konika y mis tarjetas de memoria de 128 MB y 2 GB. En ella se amontonan viajes, fiestas y momentos muy personales, en los que la SGAE no ha tenido nada que ver. También rebosa mi disco duro de trabajos de carrera y miles de apuntes, pero aquí la SGAE tampoco tiene nada que reclamarme, ya que es la propia Facultad la que me ha facilitado este material. Hasta hace un año, ni siquiera tenía mp3, y ahí lo tengo ahora, cubierto de polvo y sin abrir. La tecnología por la que me van a cobrar, por si acaso, la destino a mi uso y disfrute personal.

Yendo un poco más allá, si se me supone un ladrón y pago por ello, quizá debería cambiar mi forma de actuar. Ya que se me cobra "por si acaso", por si acaso debería empezar yo a descargar música y cine. La grabadora y el mp3 deberían empezar a echar humo. Lo sentiría en el alma por aquellos que resulten perjudicados, pero ellos empezaron esta guerra. No más conciertos, no más música original, no más películas de cine, no más noches de pizza y videoclub...

Por su bien, espero que no se equivoquen. La SGAE ha conseguido poner en su contra al 95% de los consumidores. Desde mi punto de vista, no creo que lleven las de ganar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un par de apuntes. La piratería no tiene nada que ver con el canon, no se recauda para paliar los perjucios causadas por esta, sino por el derecho a hacerte copias de originales (ya sean tuyos o de un amigo).
Otro, descargar de internet es legal (y bueno).