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viernes, 11 de enero de 2008

La mascota virtual

Hace un tiempo, descubrí las mascotas virtuales navegando por webs estúpidas, como esta misma. Intenté que en Blogoempresa nos colocaran un patito, cuyo nombre era Genaro, pero por lo visto no cuajó bien. Se ve que restaba algo de credibilidad al conjunto, por lo que apenas duró dos telediarios.

Después, repasando capítulos de Enjuto Mojamuto en el tubo, apareció en el episodio número 6 un corte que se titulaba "La mascota". En él aparecía Enjuto sobeteando a un canario que se llamaba Piticli (¡Ay, Piticli, bonico, Piticli ay, Piticli...!), y que tenía "mucho sueño para un pájaro".



A mí me entró otra vez la perra por una mascota virtual, y como ahora no hace falta que mi blog tenga ninguna credibilidad, pues me he animado a ponerme un patito amarillento. De momento, y a falta de una idea mejor, le he puesto de nombre Alfred J. Kwak, como aquel fomoso dibujo animado de mi infancia que vivía con un topo llamado Henk.

Ayer me puse a ver capítulos de Alfred J. Kwak, en alemán para más inri, y me tragué el comienzo de la saga. Cómo se conocieron los padres del patito amarillo, la historia de su amor, su forzosa expropiación a causa del urbanismo desmedido y su desgraciada muerte, además de cómo Henk se hizo cargo de Alfred a partir de este trágico suceso. Todo en los dos primeros capítulos. Inenarrable el momento en que los Kwak fallecen, y con ellos los hermanitos de nuestro plumífero amigo. Terriblemente desgarrador.

En fin, que esta genial serie de producción japo- holandesa trataba temas dramáticos y muy maduros a pesar del público infantil al que se dirigían, como eran la política, el ecologismo, la transición, la corrupción, e incluso, el apartheid. Menudo elenco.

Por ello me he permitido bautizar momentaneamente al pato como Alfred J. Kwak, como un pequeño homenaje para un personaje de ficción que conseguía hacerme llegar corriendo del colegio a la hora de comer para no perderme ni uno solo de sus capítulos. Pero claro, espero que me llegue una buena propuesta para bautizarlo.

Y no, Alfred no vivía en una bota junto a un lago, ese debía de ser otro. Aunque sí que dormía en un zueco de madera de tamaño XXXL.

Por cierto, a los pájaros, si se los sobetea demasiado, se estresan y mueren.

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