Loading...

jueves, 3 de enero de 2008

Difícil rima la del 2008

Estrenamos el año como no podía ser de otra manera. Cada año lo hacemos peor, así que este año había que superarse.

A media tarde, mis expectativas no eran nada halagüeñas. La ley de las expectativas establece que todo lo que esperes con una determinada certeza se convertirá en tu propia profecía de auto cumplimiento, es decir, que si esperaba que la noche fuera una auténtica mierda, ésta lo sería y con creces. No hay que hacer nunca caso omiso a las sensaciones que te causa una promesa de fiesta rancia, porque lo que te gustaría y lo que realmente esperas, a veces son extremos de una misma recta. Y ya se sabe que la recta tiende a infinito y que carece de extremos.

En fin, a la hora de cenar ya me había tomado un gelocatil. Después del cordero, tenía más ganas acostarme y recibir el año entre sueños húmedos que de ponerme a beber y castigar el hígado. Si por mí hubiera sido, no habría llegado despierto ni a las uvas. Pero nada, hice de tripas corazón y nos comimos las uvas con La Sexta, no sin que tres segundos antes de las campanadas se me cayeran todas al suelo, para empezar bien el año.

Luego a casa de Mar. Fueron llegando invitados y empezamos a beber. Yo no tenía la noche muy católica, y me bebí solamente tres de las siete cervezas que había comprado. Cuando las compré pensaba que me iban a faltar. Vale que eran de medio litro cada una, pero después de lo que he vivido y bebido en Alemania, un litro y medio es lo que uno se toma durante la cena para ir calentando motores.

Así que, por ahí iban los tiros. Nos hicimos una cachimba con leche y tabaco de fresa, nos comimos las galletas del Príncipe y los Huesitos, nos calzamos unos botes de maíz frito Mister Corn, y nos dispusimos, a altas horas de la madrugada, a salir de colegueo.

A eso de las 5 de la mañana nos metimos en el primer antro gratuito que encontramos, que resultó ser el Canadian. Unas cuantas canciones de Bisbal después, pasado el efecto del alcohol, aquello era lo más parecido al infierno. El local rondaba una media de edad de 35 años y las únicas mujeres dignas de merecer que había las habíamos traído nosotros. Con semejante percal, la tropa Goofy decidió partir hacia Contracorriente, en busca de nuevos horizontes de placer. Yo me quedaba en el infierno canadiense con una novia totalmente alcoholizada, un amigo más ciego que las ratas filosofando acerca de la vulgaridad del mundo y un tío gordo que no paraba de hablarme de drogas y que decía que tenía que "atar en corto" a mi chica, todos poniendo a prueba mi paciencia.

A las 7 en punto, decidí que ya había sufrido bastante. Comuniqué mi decisión al terceto de cuerda y me preparé para mi primera discusión con una novia borracha, acerca de si realmente había tenido suficiente y mi paciencia había llegado al límite. Concluímos que me iría a dar una vuelta por las frías calles del centro, a ver si la gélida mañana me cortaba la cara, y en media hora volvería para poner rumbo a casa.

Pasados los pertinentes treinta minutos, volví al infierno canadiense. Para mi sorpresa, la cuadrilla de Goofy había regresado de su excursión, aunque con menos miembros, y me esperaban preocupados. Esto consiguió demorar mi partida, pero en cuanto dieron las luces, a eso de las 8 de la mañana, lo vi claro. Era el momento de escapar.

Un largo tira y afloja después, no siendo atendidas mis peticiones, me vi arrastrado nuevamente hacia el interior de otro local, esta vez Syldavia. Al principio me resistí a entrar, pero a esas horas hace mucho frío para esperar en la calle. Dentro me esperaba una nueva charla sobre la vulgaridad del mundo a cargo de Maese Antonio, que estaba descubriéndome una santa paciencia que yo no creía poseer.

Al fin, dieron las luces y pudimos huir. Me agarré a los que debían acompañarme a casa y tiré de ellos nada más salir por la puerta. Dejamos atrás, al fin, la Nochevieja más chabacana del siglo.

Por el camino tuve tiempo de pensar en la mortificación de la carne, y me pregunté si me canonizarían aquella misma mañana.

Ya decía yo que la rima del 2008 era difícil. Pensaba que sería el año del "por el otro lado del cinco", pero no. Al final, me dieron por el mismo lado de siempre.

No hay comentarios: